Por Guido Maisuls
Buenos Aires siempre fue una
ciudad muy generosa y aun hoy continúa cobijando sin especulaciones a
hombres y mujeres de buena voluntad, en la búsqueda de un futuro
promisorio que nutren estas abigarradas muchedumbres que irrumpen
cotidianamente desde el alba hasta el atardecer, en la búsqueda del
sustento de cada día y de preciados sueños acunados desde sus tierras de
origen.
Nuestra comunidad judía en la
ciudad de Buenos Aires es la más grande de América Latina y una de las
más importantes del mundo exceptuando a Israel. En el año 2006 se
estimaba una población, según un informe el JOINT (Jewish Joint
Distribution Committee), de 233.000 judíos en Buenos Aires y zonas de
influencia.
Una comunidad que estando
completamente integrada a la sociedad argentina con respecto a su
identidad nacional, a sus valores culturales y a sus actividades
socioeconómicas conservan aun y de diversas maneras sus lazos
ancestrales con el pueblo judío y el Estado de Israel.
La diversidad es, sin duda
alguna, la característica más peculiar de este grupo humano en el que se
conjuga una verdadera sinfonía de heterogeneidad imaginable y donde
cualquier análisis rígido o esquemático termina en la irremediable
ruptura de todos los estereotipos imaginables.
Las permanencia de los judíos en
Buenos Aires se remonta al año 1619 cuando llegaron a Buenos Aires ocho
navíos con inmigrantes criptojudíos de Lisboa y Lima y luego con las
sucesivas olas migratorias de diferentes orígenes trajo como
consecuencia que hoy y en esta ciudad aparezcamos los integrantes de
esta comunidad con diferentes apariencias, con costumbres multifacéticas
e incluso con aspectos muy difícil de identificarnos como tales, por
esto hoy el judaísmo porteño es multiétnico y heterogéneo aunque
tengamos un origen y valores éticos y culturales en común.
Esta comunidad como toda la
población en general atraviesa el presente sumergida en situaciones de
gran complejidad política, ideológica y crisis de valores de origen
nacional e internacional donde deben resolver satisfactoriamente la
permanencia de sus valores ancestrales con la necesidad de adaptarse y
convivir en la diversidad sin desprenderse de los primeros.
La diversidad exige convivir con
el pluralismo, con el pensamiento democrático que asegura la existencia
de diferentes posiciones y pensamientos ideológicos, con la
participación de los diversos grupos sociales en la vida democrática y
con la coexistencia con los diferentes puntos de vista sobre este tiempo
histórico y su realidad social.
Vivir en la diversidad le exige a
la comunidad judía adaptarse a la heterogeneidad tanto interna como en
el seno de la sociedad en la que esta inmersa y por esto debe promover
el pluralismo y no pretender recorrer el camino del pensamiento único y
esto solo se genera desde la participación, el diálogo, el debate y el
respeto al diferente.
La Comunidad judía de Buenos
Aires no pudo abstraerse de los dramáticos tiempos históricos que
atraviesan a la República Argentina, a la sociedad argentina y a un
mundo en perpetua crisis de valores, ideales y perspectivas;
reflejándose en la vida interna de la comunidad ciertas polarizaciones
no deseables pero imposibles de evitar.
Sin lugar a dudas, se tendrá que
asumir trascendentes y urgentes desafíos de la realidad comunitaria
actual de los que dependerán nada mas y nada menos que la continuidad
histórica de la vida judía en un país que se enriqueció profundamente
con estos valiosos aportes en su cultura, en su economía, en su vida
democrática, en las ciencias, en los valores éticos y ciudadanos, etc.
Se tendrá que incentivar la
incorporación y participación activa dentro de los diferentes estamentos
comunitarios a amplios sectores de una población judía que vive
completamente alejada de la vida judía por carencia de motivaciones o de
conocimientos.
Fortalecer y aumentar la
accesibilidad a la educación, la cultura y la difusión de los valores
Judaicos en estos críticos momentos presentes donde prevalecen en
nuestra sociedad argentina la banalidad, el individualismo, el
consumismo desenfrenado y la perdida de valores éticos y morales que en
épocas no tan lejanas nos engrandecieron y enorgullecieron.
Aumentar significativamente el
acceso a la educación formal implementando revolucionarios planes de
becas e incentivos para los sectores que no puedan acceder a causa de su
alejamiento de la vida judía y hoy por motivos socioeconómicos a la red
escolar comunitaria. "Nuestros niños no pueden amar lo que no pueden
llegar a vivir y a conocer".
Atraer a todo el amplio y
valioso espectro de intelectuales y profesionales judíos que en la
actualidad están aportando maravillosamente a la sociedad argentina en
todos los campos del quehacer nacional a la participación institucional
judía y a la vida comunitaria en general para que fortalezcan las bases
donde se asentaría la vida de nuestras próximas generaciones.
Crear un espacio contenedor,
atractivo y abierto para una juventud actualmente dispersa, desorientada
y sin metas personales y comunitarias claras y sustentables donde
puedan participar democráticamente, opinar, sentirse representados y
crear nuevas propuestas superadoras a estos tiempos presentes.
La comunidad judía de Buenos
Aires debe mantenerse unida porque la unidad es la síntesis del
pensamiento democrático, que respete la existencia de diferentes
posiciones, que no pretenda representar a un solo pensamiento y que se
genera desde la participación, el diálogo y el debate.
Hoy mas que nunca, la comunidad
judía de Buenos Aires debe aferrarse a su fe ancestral, a sus valores
éticos, a sus irrenunciables vínculos con el Estado de Israel para poder
realizarse plenamente como judíos pero a su vez necesita perseverar en
ser plenos y orgullosos ciudadanos argentinos y asumir activamente todos
los desafíos que nos demande nuestra sociedad argentina en la que somos
parte y estamos indisolublemente inmersos.
Por Guido Maisuls
www.identidades.com.ar
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