Vos, incluido
En una
oscura y fría noche de otoño desperté de un pesado y borrascoso sueño y de
pronto percibí un fuerte resplandor al fondo del pasillo…
Como un sonámbulo, conciente de mi estado, me
dirigí en búsqueda de esa potente luz y atraído por su brillo prometedor del
jardín de Edén. Cuando logré sortear esa chirriante y pesada puerta que se
interponía entre el futuro y yo me encontré con un espectáculo increíble.
Alrededor de
una gran mesa oval, cubierta de un enorme mantel de terciopelo rojo, estaban
sentados diez personajes muy serios, solemnes, elegantemente ataviados con ropaje
de gala y desde sus familiares rostros se irradiaba una aureola de nobleza,
inteligencia y sabiduría que me enceguecían.
Ante este distinguido grupo de personas tan brillantes y creativas, surgió
desde un rincón del alma esa tremenda duda que me viene inquietando sobremanera
desde hace muchos años. Y con un fuerte impulso que brotaba desde mi interior, les
arrojé (literalmente hablando) sobre su gran mesa de reunión mi viejo
interrogante: "Muchas veces me pregunto. ¿Porque escribo? ¿Para que?
¿Para quién? ¿Para mi o para los demás? ¿que necesidad interior me impulsa a
expresar lo que veo, lo que siento y lo que ocurre dentro de mi al mirar a mi
alrededor, a mi ciudad, a mi país y al mundo?"
El primero
en responderme fue el español Camilo José Cela quien con un tono áspero y
adusto me arrojó una frase impactante que penetró en mi mente como un punzante
rayo de luz: "La más noble función de un escritor es dar testimonio,
como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado
vivir"
Apenas podía
disimular ese curioso estado de emoción, asombro y curiosidad cuando de pronto se
dirigió a mi, Jorge Luis Borges, que con su trémula voz me intentaba desmentir
lo que yo siempre considero como una verdad absoluta: "Dicen que soy un
gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de
mañana, algunos lúcidos lo refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o
chapucero o de ambas cosas a la vez"
Alcancé a
reconocer entre los integrantes de tan distinguido foro al escritor inglés
Graham Green que me explicaba las bondades terapéuticas del arte de escribir:
"Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las
arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar
de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición
humana"
El uruguayo
Eduardo Galeano me afirmaba casi como en un susurro a quien estaba dirigida su
fecunda producción literaria: "Yo escribo para quienes no pueden
leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la
historia, no saben leer o no tienen con qué"
Me sorprendió profundamente encontrar al legendario Rodolfo Walsh, que me
explicaba sobre el extraordinario poder que tenia mi antigua y gloriosa
Olivetti, valioso regalo de mis abuelos: "Hasta que te das cuenta de
que tenés un arma: la máquina de escribir. Según cómo la manejás, es un abanico
o es una pistola, y podés utilizarla para producir resultados tangibles, y no
me refiero a los resultados espectaculares, pero con la máquina de escribir y
un papel podés mover a la gente en grado incalculable. No tengo la menor
duda"
Y el
visionario y creativo Isaac Asimov me proponía una confesión que yo ya la tenía
incorporada en mis entrañas: "Escribo por la misma razón que respiro...
porque si no lo hiciera, moriría"
Me resultaba
familiar cuando el legendario y genial Orson Welles me expresaba genialmente el
oculto deseo narcisista de cada pretendido escritor de conseguir aplausos…"Lo peor es
cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude"
Y don José
Saramago quien me comentaba la verdadera causa de la motivación que moviliza a
cada escritor: "Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un
mundo feliz, no sería escritor"
Mientras reconocía a
la memorable Victoria Ocampo en la imagen de una mujer distinguida y elegante que
tomaba la palabra y con me explicaba el leit motiv de su vida: "Pero yo
no soy una escritora. Soy simplemente un ser humano en busca de expresión.
Escribo porque no puedo impedírmelo, porque siento la necesidad de ello y
porque esa es mi única manera de comunicarme con algunos seres, conmigo misma.
Mi única manera"
De pronto se
incorporó un hombre de porte noble, el
inconfundible Walt Whitman que con una extraña tonada anglo parlante me aconsejaba casi
a quemarropa: "No abandones las ansias de hacer de tu vida algo
extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías si pueden
cambiar el mundo".
Logrando
identificar entre la concurrencia al notable escritor paraguayo Augusto Roa
Bastos que me sorprendía como justificándose con: "Escribo para evitar
que al miedo de la muerte se agregue el miedo de la vida"
De pronto
escuché desde su asiento al escritor español Antonio Soler que entre la
rebeldía y la racionalidad me explicaba
su posicionamiento: "El escritor debe ir contracorriente si quiere
conquistar territorios a la imaginación".
Luego se
dirigía a mí en un refinado y académico latín, el poeta romano Horacio, quien
me sentenciaba con un estilo entrecruzado entre lo antiguo y lo peculiar: "Carpe
diem quam minimum credula postero. Aprovecha el día, no confíes en mañana.
Aquel con quien me llegué a sentir identificado en sus mas
ocultos deseos fue el checo Milán Kundera quien me trasmitía su intima indiscreción de: "Escribo por el placer de
contradecir y por la felicidad de estar solo contra todos"
Honestidad y sinceridad son los atributos que le otorgo al gran George Bernard Shaw cuando lo escuchaba decirme sin tapujos: "Aunque soy hombre de
letras, no debéis suponer que no he intentado ganarme la vida
honradamente".
Se me caen lagrimas de
emoción cuando Isidoro Blaisten me representaba a ciertos seres humanos que
pululamos por el mundo: "A lo mejor escribir no sea más que una de las
formas de organizar la locura".
Jean Piaget me conmovía realmente con la verdadera identificación que me
producía al decirme: "Yo no podía pensar sin escribir".
Y para concluir no dejé de sorprenderme a pesar de ser una verdad por demás
muy difundida y reconocida en los cuatros rincones del planeta cuando Camilo José
Cela vuelve a dirigirme la palabra para advertirme: "Si el escritor no
se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad
del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro"
Luego de esa
tremenda e inolvidable experiencia he ratificado y estoy plenamente convencido
de aquello que siempre me ha inspirado y me motiva a escribir:
"Hoy
escribo para ustedes, para todos los que llamo mis hermanos del mundo, escribo
para vos, sin importarme tu ideología y sus falsas interpretaciones de
izquierdas o de derechas. Sin importarme el color de tu piel, ni tu edad, ni tu
sexo, ni tu condición socio económica, ni tu nacionalidad, ni tu idioma aunque
mi español natal me acompañe desde que estaba en el vientre de mi madre."
"Sin
importarme tus creencias espirituales porque estoy seguro que Mi Dios y el Tuyo
es el mismo. Escribo exclusivamente para aquellos que compartan conmigo el
paradigma de una justicia digna para todos, para los que luchamos por
conquistar una paz autentica y verdadera sin hipocresías ni especulaciones,
para los que soñamos con la verdadera felicidad de compartir entre todos, esta
creación perfecta: Nuestro Mundo"
Te presento
mi más sinceras disculpas por haberte atosigado con esta parafernalia de
palabras, frases e intenciones pero no tuve otro camino ya que ellas son la
auténtica razón de mis pensamientos y emociones. Espero que la hayas
comprendido y quizás también compartido.
Guido
Maisuls
Buenos
Aires, Argentina.
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